miércoles, 23 de junio de 2010

Perfil del Niño Maltratado

El abuso sexual infantil compromete la totalidad del desarrollo normal del niño, introduciendo en su vida elementos que le son ajenos a su mundo infantil :
Dimensión comportamental: comprende la gama de comportamientos, es decir las acciones que realiza un niño/a.
-Juegos sexuales persistentes y no esperados para su edad y desarrollo.
-Manifiestan a través de sus juguetes lo que otras personas hacen con ellos.
-Expresiones y vocabulario con contenido sexualizado.
-Excesiva masturbación o autoestimulación.
-Conductas de flirteo precoces para su edad.
-Besos sexualizados con sus padres o amigos.
-Conductas sexuales compulsivas, incluso priorizarlas a otros intereses.
-Simular actos sexuales con hermanos o amigos.
-Drásticos cambios de conducta (no querer ir a la casa de alguien conocido).
-Conductas autodestructivas como automutilación, intentos de suicidio o escaparse de la casa.
-Reclamos indirectos de pedido de ayuda, principalmente a sus madres.
-Pesadillas, terrores nocturnos persistentes. Fatiga crónica.
-Demasiado obediente o demasiado agresivo.
-Volver a mojar la cama, cuando ya se había superado esta etapa.
-Búsqueda compulsiva de afecto y aceptación.
-Depresión crónica, ansiedad, conductas fóbicas.
-Perturbación sicosexual posterior.
-Preocupación excesiva por la higiene o arreglo personal.
-Abandono de hábitos y descuido.
Dimensión Psicodinámica: comprende las esferas psíquicas conscientes e inconscientes. Integran esta dimensión los afectos, los sentimientos y las emociones.
-Baja autoestima / pobre imagen de sí mismos.
-Volver a comportamientos de etapas previas.
-Abandono de los deportes.
-Pérdidas de ilusiones, cinismo, desinterés.
-Rebeldías, conflictos con la autoridad.
-Sumisión, o rebeldía extrema.
-Dibujos tenebrosos, remarcados, dramáticos, borroneados, tachados, a su vez, pueden ser -destrozados con furia.
-Rebelión o enojo hacia la madre.
-Se esconden durante horas en armarios o rincones.
-Miedo (de ir a la guardería, club, casa de una amiguita, etc.).
-Sufrimiento y dolor.
-Terror (a ciertas cosas o características personales que persisten con el tiempo).

Perfil del Hombre Violento

El perfil del hombre violento no puede ser categorizado por variables tales como: edad, clase social, nivel educacional, ocupación, religión, lugar de residencia, etc., debido a que puede configurarse con cualquiera de las variables mencionadas, lo cual no implica dejar de reconocer que, la asociación entre algunas de ellas, puede potenciar el riesgo de conductas violentas.
Investigadores de distintos países, incluido el nuestro, han elaborado importantes aportes a fin de ir conociendo el perfil del hombre violento. En tal sentido, pueden ser consideradas, a los fines analíticos, en cinco dimensiones:
1) Dimensión comportamental: comprende la gama de conductas, amenazas, agresiones verbales y físicas que realiza una persona.
Deseo de control: vive obsesionado por ejercer el dominio entre quienes lo rodean, especialmente hacia su mujer e hijos/as. Argumentan: “yo controlo todo, para vivir bien”, en proceso de recuperación reconocen: “tenía todo bajo control porque tenía miedo”.
Celos: pueden convertirse en una obsesión. Sonkin señala: "Los celos deben entenderse como un indicador significativo de su potencial homicida".
Doble fachada: por lo general, en público es seductor, simpático, amable, pero en la intimidad de su hogar puede llegar a ser muy agresivo y violento. No es extraño caer en la seducción de su discurso, incluso para jueces, policías, profesionales, amigos y parientes.
Aislamiento: impone el aislamiento social de su entorno familiar, una vez que se ha cerrado el cerco se acrecienta el dominio sobre su víctima, y no es casual que la mujer exprese que su casa se convierte en una verdadera “cárcel”, se asegura que ella no se irá quitándole el dinero, las llaves del auto y dejándola encerrada hasta que él llegue, es decir prácticamente un secuestro en el propio hogar. Una mujer relata: llegó un momento que ni al almacén podía ir, otra comenta: antes de salir me dejaba desconectado el teléfono y me encerraba en casa, estaba embarazada y una vecina me alcazaba la comida por la ventana.
Abuso de alcohol/drogas/medicamentos: cabe destacar que no es la causa de un comportamiento violento, a pesar de lo cual se ha comprobado una frecuente asociación, ya sea porque potencia el enojo y la peligrosidad o porque inhibe el autocontrol.
Repetición del ciclo de la violencia: cuantas más denuncias y episodios de violencia en períodos más cortos de tiempo, mayor peligrosidad del agresor e indefensión en la mujer.
Violencia hacia terceros: cuanto mayor desenfado e inhibición ante jueces, policías y terceros, más riesgo para la mujer y los/as hijos/as.
Violentos con las mascotas: pueden llegar a recibir maltratos a causa de la ira del agresor.
Violencia al volante: el auto puede llegar a convertirse en trampa mortal para sí y terceros, abusa del riesgo y la velocidad.
Posesión de armas: se presenta en este perfil de hombre una mayor frecuencia en la posesión y uso intimidatorio de armas de fuego, no obstante lo cual cualquier objeto hogareño especialmente los cuchillos pueden convertirse en armas mortales, como así también utizar los puños y los pies u objetos como escobas, cinturones, almohadones ( para asfixiar), hierros calientes (planchas) cigarrillos . La peligrosidad aumenta cuando ya las ha usado o ha amenazado con ellas ha su entorno íntimo.
Descencadenantes de la violencia: hechos triviales, que por lo general más tarde no se recuerdan.
Conductas poco asertivas: es decir con dificultad para ejercer sus derechos sin atropellar los de los demás.
Golpes físicos: algunos con marcas imperceptibles y otros llegan a ser invalidantes (especialmente en la cabeza, en el cuello, y área abdominal durante el embarazo.
Cambios súbitos e impredecibles de humor: en un momento está bien y rápidamente explota. Al llegar al hogar la mujer y los niños comienzan a inquietarse porque...hoy no sabemos como va a llegar papá.
Espionaje: en algunas ocasiones emplea tácticas de espionaje o contrata a terceros, graba las conversaciones o desgraba el contestador telefónico, controla las salidas y las amistades de su mujer a través de sus hijos, compañeros de trabajo, familiares y amigos.
Autoreforzamiento del comportamiento violento: una vez iniciado se potencia a sí mismo, y no se sabe cómo puede terminar (Donald DUTTON).
Amenazas: a fin de que sus comportamientos no trasciendan al exterior.
No concurre a solicitar ayuda: por propia iniciativa, sino a pedido del juez o ante la posibilidad de abandono por parte de su mujer o ante una situación que percibe como límite.
Mentiras: es frecuente que sus dichos no sean ciertos, sino adaptados a su conveniencia.
Quiebran la conversación: pasando de un tema a otro.
Mensajes telefónicos: no comunica los mensajes o los borra del contestador telefónico.
Incapacidad de alternativas al conflicto: por lo general reacciona de inmediato y con violencia, con escasa posibilidad de recursos para soluciones pacíficas.
Lenguaje confuso: a fin de poder engañar y desdecirse de sus dichos.
Busca aliados: en su entorno hace proselitismo para su causa. Utiliza a los hijos de mensajeros o espías de las actividades de la madre. Trata de comprometer e intenta la complicidad de los profesionales y coordinadores de los grupos de ayuda mutua.
Usa frecuentemente el sexo: como señal de poder, recriminando a la mujer lo que en realidad son sus propias falencias y/o problemas (insultos frecuentes: frígida, lesbiana, puta, atorranta). El lenguaje a menudo presenta un contenido sexualizado y cosificante hacia la mujer.
Dificultades y conflictos en el ámbito laboral: con sus compañeros y/o personal jerárquico.
Selecciona a la víctima: escoge el lugar y forma de ataque.
Recurre al acoso: como una manera de tomar contacto con la víctima, y hasta persigue a la mujer en el trabajo o cuando está con sus amistades o nueva pareja.
Anónimo: no siempre se identifica, a veces, recurre a terceros para enviar mensajes, o recurre a llamados telefónicos anónimos (o llama y cuelga), o envía misivas sin firmar.

Cuestiones psicológicas

Esta claro que en una cuestion tan delicada como el maltrato infantil, lo psicológico ocupa un lugar fundamental, definiendo perfiles, causas y consecuencia de situaciones que para nada son azarosas y que encuentran su explicación en conductas y actitudes de víctimas y victimarios de esta cuestión. Primeramente, es importante remarcar que en muchas ocasiones, sobre todo en los casos graves, aparece una intensa resistencia de los profesionales de la salud a la participación de los juristas, a partir de un marcado prejuicio sobre la ingerencia legal. Se trata, en parte, de un territorio poco explorado y conocido de la práctica clínica y la dificultad se expresa como una tendencia a evitar o a expulsar los problemas que no son sanitarios puros o no tienen un perfil socio-sanitario bien nítido. Los profesionales parecen rehuir de aquellas dificultades que rozan abiertamente con terrenos judiciales y policiales.
Pareciera que los profesionales de la salud consideran que existe un trabajo interdisciplinario natural y legítimo, en el que participan médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeras, auxiliares sanitarios, etc. y otro trabajo interdisciplinario, menos conocido y mas resistido, que involucra la intervención ineludible de las instituciones de la ley. Con ellas entrarían al campo psicológico y a la interdisciplina, con recepción dudosa el orden y la sanción.
En la década del 70, los especialistas en violencia familiar estaban muy preocupados por diferenciar nítidamente los distintos problemas y sus rotulaciones psiquiátricas.
Delimitar las fronteras tenía objetivos precisos:1-Demostrar que no se trataba de casos aislados y excepcionales. 2 . Destacar la gran importancia de los factores socio-culturales. 3 . Resaltar la marcada asimetría de estos cuadros. Pues si bien la violencia puede darse en todas direcciones, no cabe duda de que las personas más vulnerables son las mujeres, los niños y los ancianos. Otro punto fundamental y al que debe prestarse mucha atención es el de discriminar responsabilidades y defender la imputabilidad (como sabemos si se acepta el criterio de enfermedad psiquiátrica, como causa de la violencia, no hay imputabilidad).
En primer lugar es importante comprender y abordar, lo que no significa justificar, los factores condicionantes (psicológicos y sociales) de la conducta abusiva. Esta preocupación es particularmente intensa en las corrientes que otorgan especial peso a los determinantes inconsciente de la conducta agresiva (aunque también en aquellas que atribuyen una influencia decisiva a los factores bio-genéticos). Es en el terreno del tratamiento y la recuperación, donde aparece la correcta aplicación de las categorías psicopatológicos. Es ahí, donde los profesionales de la salud mental se sienten especialmente depositarios y garantes de las posibilidades de recuperación de los sujetos vioentos.
Favorecer enfoques alternativos de sanción social, que superen las medidas convencionales, rígidamente represoras y punitivas. En esté último sentido, se vienen realizando intentos, en algunos países, a través de programas de rehabilitación. En esos casos, la evolución judicial del caso, queda condicionada al cumplimiento de la rehabilitación.

Legislación en torno al maltrato infantil

La violencia intra familiar se identifica como un problema social de alto impacto en la comunidad siendo el riesgo individual, familiar y social. Jurídicamente se entiende por violencia familiar, toda acción u omisión ejercida por un integrante del grupo familiar contra otro que produce un daño no accidental en el aspecto físico, psíquico, sexual o patrimonial.
Por violencia física, se entiende toda acción u omisión que arriesga o daña la integridad corporal de una persona.Por violencia psicológica, toda acción u omisión destinada a degradar o controlar las acciones, comportamientos, decisiones y creencias de otras personas por medio de la intimidación, manipulación, amenaza directa o indirecta, humillación, aislamiento o cualquier otra conducta que implique un perjuicio en la salud psicológica, emocional, la autodeterminación o el desarrollo personal. Por violencia sexual, se entiende toda acción que obliga a una persona a mantener contacto sexualizado, físico o verbal, o a participar en otras interacciones sexuales con la persona que despliega la acción o con un tercero, mediante el uso de la fuerza física, chantaje, soborno, manipulación, o cualquier otra conducta que anule o limite la voluntad personal. Es violencia patrimonial, toda acción u omisión que implique un perjuicio, pérdida, transformación, sustracción, destrucción, retención o distracción de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores, derechos, o recursos económicos, destinados a satisfacer necesidades que conlleven a un riesgo de daño inminente en la salud física o psíquica o la vida de algún miembro del grupo familiar.
Tal la breve reseña descripta la violencia no solo se produce o manifiesta por golpes físicos, esperando así que la víctima luzca un ojo color violáceo o una extremidad del cuerpo quebrada sino que existe y se manifiesta también a través de una violencia psicológica la cual se encuentra estudiada, confirmada y protegida por la ley. Hay alguien que protege a aquellos que se sienten desprotegidos, sin salida y que solos no pueden. Hay una ley que ampara a las víctimas de violencia familiar es Ley 24.417.
Sobre este tema, existe mucha desinformación. Al tiempo que es muy difícil para la víctima denunciar, ya que la creencia social generalmente nos lleva a pensar que este tipo de situaciones se suscitan “solo” en determinados sectores de esta sociedad. Se trata esta de una creencia errónea, ya que las estadísticas así lo corroboran.
Liberar el miedo y la vergüenza, en este proceso resulta indispensable. De allí que es posible, con el debido asesoramiento obtener soluciones rápidas eficaces y debidamente instrumentadas como lo es exclusión del violento del hogar, el otorgamiento de la guarda de un hijo, alimentos para el violentado, prohibición de acercamiento a la víctima y a sus hijos en el caso que sea necesario.
Se examina en este apartado, el tema de la violencia familiar, específicamente el maltrato a los menores dentro del ámbito de la familia en el contexto del ordenamiento jurídico argentino. Se señala que la violencia puede ser de diferentes tipos: 1.- Física o moral; 2.- Abandono del menor, no dándole el alimento o los cuidados que necesita, o dejarlo en peligro, expuesto a violencia ejercida por terceros; y 3.- Abuso sexual. Las diferentes formas del maltrato dentro de la familia, conducen a la neurosis, psicosis, hasta al suicidio, adicción a las drogas y a la delincuencia juvenil y adulta, pues el niño realizará como adulto lo que ha experimentado en los años formativos de la infancia en la relación paterno-filial.
Respecto de la familia, que es la célula básica del organismo social, ha predominado la ilusión de que los padres sólo tienen pensamientos positivos para sus hijos, pero la dramática realidad indica que junto con estos sentimientos cariñosos coexisten tendencias agresivas y destructivas, que se encuentran como componentes del afecto mismo en diferentes proporciones.
Es así que la tendencia de la moderna legislación de menores en Europa, e incluso en Argentina con la ley 24. 417 y la doctrina, tienden a no sacar al niño de su medio en lo posible, sino de educar y hacer tratamientos médicos y/o psicológicos a todos los miembros de la familia que lo requieran, recomendando terapias individuales o familiares específicas.
Por el art.75, inc. 22, de la Constitución Nacional, han quedado incorporadas a la legislación argentina, con jerarquía constitucional: la Convención de los Derechos del Niño, así como también la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto de San José de Costa Rica o Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración Americana de los Derechos del Hombre, complementarias del texto de la Constitución Nacional, que asegura los derechos y garantías para todo ciudadano. Surge de la lectura de estos textos, que toda norma o disposición que atente contra el derecho de los niños, es inconstitucional.
Se examinan diversas disposiciones del Código Civil argentino, que protegen al menor, como el artículo 278 que establece los límites de los padres en la corrección de sus hijos; el 199, que legisla sobre el relevo de la obligación de convivencia marital, si hay peligro para la vida o integridad de los menores; el 202,que establece la tentativa contra la vida de los hijos, como causa de separación conyugal; el 231,que faculta al juez para excluir o reintegrar al hogar al cónyuge y otorgar la guarda de los hijos; el 264, que define la patria potestad; y el 307, que legisla sobre la pérdida de la patria potestad.
La denuncia de maltrato o de abuso sexual puede ser hecha por cualquier persona o de oficio, si el menor es objeto de una acción delictiva por parte de los padres o de quien los sustituya. Por lo tanto: "la acción en todos los casos asume carácter de pública" . Finalmente, se revisa cómo el Estado argentino ejerce su poder punitivo en los casos en que se configure delito.

Un poco de actualidad

Según datos revelados por diversas instituciones, desde 2003 se registraron entre un 25% y un 39% más de denuncias en diferentes centros. Se incrementó el abuso sexual
La Red Comunitaria de Prevención y Asistencia en Maltrato Infantil del partido bonaerense de Malvinas Argentinas reveló datos que indican que desde mayo de 2003 a la fecha hubo 5.768 pacientes pediátricos con síntomas de violencia. Esto indica que la cantidad de casos creció un 39 por ciento.
Por su parte, datos registrados indican que desde hace cinco años se incrementó en un 25% la cantidad de menores que ingresan a hospitales públicos y privados con lesiones, tanto leves como graves. Sin embargo, también se advierte que hay niños que llegan con lo que muchos profesionales llaman "un disparo en el alma", ya que sufrieron abusos sexuales. Cifras oficiales señalan que por mes se reciben entre 12 y 16 casos de alguna forma genérica de maltrato, violencia o abuso en cada hospital zonal de nuestro país. Los registros del servicio de la Unidad de Violencia Familiar del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna) en Buenos Aires muestran que, por mes, atienden cerca de 30 menores con signos de haber sido maltratados. Niñas y niños casi moribundos con un traumatismo de cráneo gravísimo que deriva en la muerte o les provoca secuelas de por vida. Chicos con hematomas o con quemaduras de cigarrillos. Chiquitos a quienes alguien tocó en sus partes íntimas. O a quienes violaron sistemáticamente. Pacientes con estos sufrimientos llegan todos los días a los hospitales, fiscalías, organismos no gubernamentales y defensorías de menores del país. Lo alarmante es que cada año llegan más.
Esto también es reflejado por los datos de los Red Comunitaria de Prevención y Asistencia en Maltrato Infantil del partido bonaerense de Malvinas Argentinas, que articula el trabajo de 3.000 profesionales que asisten a la niñez. Allí, desde mayo de 2003 a la fecha, se presentaron 5.768 pacientes pediátricos con algún síntoma de violencia. Y el ingreso de casos creció un 39 por ciento en los últimos cuatro años.
La misma tendencia revelan los registros del Comité de Niños en Riesgo del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de la Capital Federal, un comité académico y de supervisión que funciona desde hace 25 años. De acuerdo a su coordinador, el médico pediatra Jorge Brieva, entre 2002 y 2007 aumentó un 25 por ciento la cantidad de chicos que entraron por las puertas del hospital habiendo sufrido desde lesiones leves como quemaduras hasta otros que estaban al borde de la muerte. O niños que sufrieron lo que los expertos llaman "un disparo en el alma" porque abusaron de ellos sexualmente. "Cada mes recibimos entre 12 y 16 casos de alguna forma genérica de maltrato, violencia o abuso", detalló Brieva.
La misma orientación se observa en los registros del servicio de la Unidad de Violencia Familiar del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna), que funciona desde hace 19 años y que recibe el 60 por ciento de las consultas de abuso sexual infantil de la Capital. Allí atienden por mes a 30 nenas y nenes que sufren maltrato físico, maltrato por negligencia, maltrato emocional y/o abuso sexual.
Hasta hace unas décadas, los castigos físicos y psicológicos hacia los chicos estaban socialmente admitidos. Del abuso sexual infantil nadie hablaba; era un tema tabú y las familias cerraban los ojos a cualquier tenue insinuación relacionada con la problemática. Otro de los factores que alumbra nuevos casos es la mayor capacidad de detección de los profesionales. Otro, la mayor divulgación de la problemática, ya que como hay difusión, muchos chicos se animan más a denunciar lo que les pasa. Otra de las causas es el aumento de la violencia en las sociedades modernas, teniendo en cuenta que vivimos en un país subdesarrollado donde nunca podremos concretar ciertos sueños. Algunas personas toleran esa frustración, mientras que otras la resuelven de forma violenta.
En la Justicia explican que la promulgación en 1995 de la Ley 24.417 de Violencia Familiar y la Ley 26.061 sobre Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de 2005 favoreció el aumento de la aparición de casos a través de las denuncias judiciales.

Menores y violencia familiar

La familia es la célula fundamental de la sociedad donde el niño debe aprender las normas y valores del medio en que vive; ella juega un rol decisivo en su desarrollo, al convertirse en su primer modelo producto de la interacción del grupo familiar. Se sostiene que como consecuencia de esa interacción, surgen a veces conductas delictivas o criminales y otras, que sin llegar a serlo, pueden llevar a sus miembros más débiles niños y adolescentes a manifestarlas dentro y fuera de su hogar. Esto comprueba que la familia puede constituirse en un factor criminógeno de la sociedad.
Estudios sobre la materia, señalan que un 96% de menores con problemas tienen fallas en su grupo familiar: padres separados, núcleo desintegrado, padres desconocidos, alcohólicos o delincuentes, madres que trabajan, tensiones familiares provocadas por la pobreza, conflicto valorativo con el mundo circundante. Todos factores que provocan falta de modelos familiares y que impiden con ello ejemplaridad y como consecuencia, la falta de seguimiento.
Se une a lo anterior, la violencia psíquica o física de que pueden ser víctimas los menores, que los llevará sin duda, sino a cometer actos ilícitos, al menos a padecer serios trastornos en su conducta y en su vida de relación. A manera de ejemplo se menciona que en Estados Unidos, en 1982, murieron 5.000 niños por maltrato.
Esta violencia que se ejerce contra la juventud y que obviamente, genera más violencia, se ve asegurada y difundida por los medios de comunicación masiva que la transmiten y la exaltan y producen más violencias en los jóvenes. No obstante, es la influencia familiar la que emerge decisiva en la conducta de los menores, imprimiendo una huella indeleble en su personalidad.
La hiponutrición, falta de educación, carencia de atención médica, explotación de los menores en tareas inapropiadas, pueden constituir factores que conduzcan al delito, como queda ilustrado a través de los siguientes datos: Cada día mueren 40.000 niños por enfermedad, y millones conocen el hambre y la violencia. 14 millones de niños mueren cada año por enfermedades evitables y 500.000 madres mueren durante el embarazo o parto. La desnutrición afecta en el mundo al 40% de niños menores de 5 años, y sólo uno de cada dos tiene acceso al agua potable.
Los derechos de los niños se violan en todas partes, son víctimas de malos tratos o de abusos sexuales, y están incluidos en los conflictos armados, hambreados y obligados al exilio. Se afirma que la violencia dentro y fuera del hogar, conduce al incremento del alcoholismo y de la drogadicción infantil. Para lograr una eficaz prevención en estos aspectos, será fundamental una acción mancomunada entre el Estado y los particulares.
El Congreso Panamericano de Criminología (Buenos Aires 1979) concluyó que desde los primeros días de su vida, el niño acoge y recoge todo lo que en su alrededor se dice, hace y omite. Depende de sus padres para recibir el alimento de su cuerpo y de su espíritu, para aprender la apertura a relaciones interpersonales y para imitar la aceptación y la realización de valores e ideales.

Un acercamiento a la “Violencia Familiar”

A lo largo de la historia siempre existió lo que hoy llamamos Violencia Familiar, pero no se la percibía como tal, porque estaba naturalizada, es decir se creía que la vida era así y no había cómo denunciar o cómo quejarse. Sobre todo porque las principales víctimas, las mujeres, las niñas y los niños eran considerados de una categoría inferior, carecían de derechos y, de acuerdo a las leyes, dependían de un varón: el padre o el marido, quien tenía el poder dentro de la familia y en las demás instituciones.

En nuestro país hasta 1983 no se pudo hablar de Violencia Familiar a pesar de que en otros países hacía muchos años que se investigaba y se trabajaba en este tema. La época de la dictadura militar, la falta de garantías para los ciudadanos, las creencias impuestas por los que gobernaban fuera de la Constitución, impidieron que se revelara lo que sucedía en muchos hogares. Luego de las elecciones democráticas de 1983 se empezaron a instalar servicios de asistencia a Mujeres Maltratadas.

Al principio sólo unas pocas personas se ocupaban de este tema y no había ni conocimiento ni conciencia de que se trataba de algo tan grave y que afectaba a tanta gente. Fue un esfuerzo muy grande ir sensibilizando al público, sobre todo a través de los medios de comunicación, de los libros que se fueron publicando, de charlas y actividades que se realizaron en distintas zonas del país, para que se convencieran de que el problema existía. Los prejuicios eran muy grandes y nadie quería enterarse de cosas dolorosas y angustiantes que pasaban dentro de los hogares.

Sin embargo, la realidad se hizo cada vez más evidente e innegable: se fue perdiendo el miedo y la vergüenza, se multiplicaron las denuncias y los testimonios de las víctimas, cada vez más gente se preocupó por hacer algo hasta que, en la actualidad, los gobiernos, las instituciones, los organismos internacionales, se han convencido de que la Violencia Familiar es un grave problema social, que afecta la Salud Pública, los Derechos Humanos, la seguridad, la calidad de vida, la educación y hasta la producción económica o el gasto del Estado que se ven afectados por lo que le sucede a las personas que padecen malos tratos.

Hoy seguimos entre todos construyendo la historia del compromiso comunitario con la disminución de la violencia pues todavía es largo el camino a recorrer y hacen falta muchos recursos para asistir y prevenir tanto daño.

Si estudiamos la historia de la humanidad vamos a ver que desde sus comienzos hubo personas que tenían más poder que otras. Quiere decir que tenían privilegios y podían hacerse obedecer por otros. Por ejemplo, había hombres que eran dueños de tierras y poseían esclavos que trabajaban para ellos. Por lo tanto, el dueño tenía más poder que el esclavo, quien sufría todo tipo de malos tratos para que obedeciera porque no se lo consideraba una persona: no tenía privilegios.

Una de las formas de tener sometido al esclavo era obligándolo a hacer lo que no quería o prohibiéndole hacer lo que él sí quería. O se lo hacía trabajar muchas horas y no se le daba suficiente descanso, o se le prohibía aprender a leer y escribir. El esclavo era como un objeto, no tenía ningún derecho, sólo obligaciones. Para que no se rebelara o escapara se lo mantenía asustado a base de castigos físicos y de humillaciones, sin tener en cuenta sus sentimientos. Podemos decir que en esa sociedad había personas más fuertes que otras porque tenían más poder, y ejercían el poder abusando de quienes no lo tenían.

Hoy en día las cosas han cambiado mucho. Sin embargo, sigue habiendo quienes tienen más poder que otros, aunque se trata de regular ese poder para que no se cometan abusos hacia las personas. De hecho, un jefe tiene más poder que su empleado aunque eso no le da derecho a aprovecharse del trabajador. Si lo hace hay reglamentos, leyes o instituciones que lo protegen.

En nuestra cultura todavía se cree que los padres tienen más poder que los hijos. Esto es adecuado para cumplir la función educativa. Por ejemplo, un papá tiene poder y derecho para pedirle a su hijo que haga la tarea escolar. Pero no tiene derecho a pegarle o insultarlo si no lo hace. ¿Por qué? porque el niño tiene derechos que deben ser respetados: a que se lo eduque y oriente con estímulos, dándole información y enseñándole a cumplir con sus obligaciones sin que tenga que someterse por miedo al sufrimiento de los castigos y humillaciones.

También se sigue creyendo que es el hombre quien debe tomar las decisiones en una familia. Hay muchos hombres que, para mantener ese privilegio, adoptan conductas violentas con algunos de los miembros de su familia. Por ejemplo, castigan físicamente, gritan e insultan, critican y humillan a la esposa, a los hijos y a veces a sus propios padres si son ancianos y dependen de él. A este tipo de comportamiento, cuando es utilizado de manera habitual, lo llamamos Violencia Familiar: porque el hombre usa sobre los demás un poder de una manera que les causa daño y los hace sufrir. Los estudios que se han realizado indican que es el hombre quien ejerce este tipo de violencia o abuso de poder en la gran mayoría de los casos y las mujeres, las niñas y los niños son las principales víctimas.

La conducta violenta puede ser la única manera que un hombre conoce para conseguir que los demás lo obedezcan y se haga todo como él quiere, sin que importen los intereses y sentimientos de la esposa o los hijos. Esa conducta adopta diferentes formas a las que se denomina “abuso” porque pone a quien lo recibe en una situación de inferioridad, dejándolo vulnerable y temeroso. Esto significa que se ha causado un daño, por ejemplo, una herida emocional que traerá aparejado mucho sufrimiento, incluso hasta muchos años más tarde. Siempre que se maltrata se produce un daño emocional que deteriora la personalidad y la salud del que lo recibe. Ese maltrato puede ser por acción: se le hace algo que lo lastima, por ejemplo, se lo insulta o humilla frente a otros; o por omisión, no se hace algo que necesita, por ejemplo, no se le habla, no se demuestra cariño, se lo ignora.

Al abuso o maltrato emocional se le puede agregar o no el abuso o maltrato físico: golpes, cachetazos, patadas, empujones y toda una serie de acciones que pueden incluir el uso de armas y finalizar con graves lesiones o la muerte de la víctima.

Lo que se conoce como maltrato infantil son situaciones no accidentales en las cuales un niño o una niña sufre daño físico, es privado/a de la satisfacción de sus necesidades básicas de alimentación y cuidados, se lo/a abusa sexualmente, o cuando se le hace un daño mental como resultado de una acción u omisión por parte de quienes tienen funciones paternas, maternas o es cuidador o tutor responsable. Los niños y niñas maltratados comienzan a tener problemas de aprendizaje, de conducta y de salud que no siempre son detectados y/ o comprendidos en su significado por la gente que los trata como las maestras, los amiguitos o los médicos pediatras.

Por lo común, estas conductas se entremezclan con momentos de arrepentimiento o de tranquilidad y demostraciones de amor, lo que a veces dificulta tomar conciencia de que el problema existe. Aunque los insultos o ataques físicos ocurrieran solamente una vez u ocasionalmente, establecen un antecedente de futuras agresiones y permiten al hombre violento controlar progresivamente toda la vida de los hijos y su entorno, dejándolo aislado socialmente y repleto de conductas que afectaran el resto de su vida