miércoles, 23 de junio de 2010

Un acercamiento a la “Violencia Familiar”

A lo largo de la historia siempre existió lo que hoy llamamos Violencia Familiar, pero no se la percibía como tal, porque estaba naturalizada, es decir se creía que la vida era así y no había cómo denunciar o cómo quejarse. Sobre todo porque las principales víctimas, las mujeres, las niñas y los niños eran considerados de una categoría inferior, carecían de derechos y, de acuerdo a las leyes, dependían de un varón: el padre o el marido, quien tenía el poder dentro de la familia y en las demás instituciones.

En nuestro país hasta 1983 no se pudo hablar de Violencia Familiar a pesar de que en otros países hacía muchos años que se investigaba y se trabajaba en este tema. La época de la dictadura militar, la falta de garantías para los ciudadanos, las creencias impuestas por los que gobernaban fuera de la Constitución, impidieron que se revelara lo que sucedía en muchos hogares. Luego de las elecciones democráticas de 1983 se empezaron a instalar servicios de asistencia a Mujeres Maltratadas.

Al principio sólo unas pocas personas se ocupaban de este tema y no había ni conocimiento ni conciencia de que se trataba de algo tan grave y que afectaba a tanta gente. Fue un esfuerzo muy grande ir sensibilizando al público, sobre todo a través de los medios de comunicación, de los libros que se fueron publicando, de charlas y actividades que se realizaron en distintas zonas del país, para que se convencieran de que el problema existía. Los prejuicios eran muy grandes y nadie quería enterarse de cosas dolorosas y angustiantes que pasaban dentro de los hogares.

Sin embargo, la realidad se hizo cada vez más evidente e innegable: se fue perdiendo el miedo y la vergüenza, se multiplicaron las denuncias y los testimonios de las víctimas, cada vez más gente se preocupó por hacer algo hasta que, en la actualidad, los gobiernos, las instituciones, los organismos internacionales, se han convencido de que la Violencia Familiar es un grave problema social, que afecta la Salud Pública, los Derechos Humanos, la seguridad, la calidad de vida, la educación y hasta la producción económica o el gasto del Estado que se ven afectados por lo que le sucede a las personas que padecen malos tratos.

Hoy seguimos entre todos construyendo la historia del compromiso comunitario con la disminución de la violencia pues todavía es largo el camino a recorrer y hacen falta muchos recursos para asistir y prevenir tanto daño.

Si estudiamos la historia de la humanidad vamos a ver que desde sus comienzos hubo personas que tenían más poder que otras. Quiere decir que tenían privilegios y podían hacerse obedecer por otros. Por ejemplo, había hombres que eran dueños de tierras y poseían esclavos que trabajaban para ellos. Por lo tanto, el dueño tenía más poder que el esclavo, quien sufría todo tipo de malos tratos para que obedeciera porque no se lo consideraba una persona: no tenía privilegios.

Una de las formas de tener sometido al esclavo era obligándolo a hacer lo que no quería o prohibiéndole hacer lo que él sí quería. O se lo hacía trabajar muchas horas y no se le daba suficiente descanso, o se le prohibía aprender a leer y escribir. El esclavo era como un objeto, no tenía ningún derecho, sólo obligaciones. Para que no se rebelara o escapara se lo mantenía asustado a base de castigos físicos y de humillaciones, sin tener en cuenta sus sentimientos. Podemos decir que en esa sociedad había personas más fuertes que otras porque tenían más poder, y ejercían el poder abusando de quienes no lo tenían.

Hoy en día las cosas han cambiado mucho. Sin embargo, sigue habiendo quienes tienen más poder que otros, aunque se trata de regular ese poder para que no se cometan abusos hacia las personas. De hecho, un jefe tiene más poder que su empleado aunque eso no le da derecho a aprovecharse del trabajador. Si lo hace hay reglamentos, leyes o instituciones que lo protegen.

En nuestra cultura todavía se cree que los padres tienen más poder que los hijos. Esto es adecuado para cumplir la función educativa. Por ejemplo, un papá tiene poder y derecho para pedirle a su hijo que haga la tarea escolar. Pero no tiene derecho a pegarle o insultarlo si no lo hace. ¿Por qué? porque el niño tiene derechos que deben ser respetados: a que se lo eduque y oriente con estímulos, dándole información y enseñándole a cumplir con sus obligaciones sin que tenga que someterse por miedo al sufrimiento de los castigos y humillaciones.

También se sigue creyendo que es el hombre quien debe tomar las decisiones en una familia. Hay muchos hombres que, para mantener ese privilegio, adoptan conductas violentas con algunos de los miembros de su familia. Por ejemplo, castigan físicamente, gritan e insultan, critican y humillan a la esposa, a los hijos y a veces a sus propios padres si son ancianos y dependen de él. A este tipo de comportamiento, cuando es utilizado de manera habitual, lo llamamos Violencia Familiar: porque el hombre usa sobre los demás un poder de una manera que les causa daño y los hace sufrir. Los estudios que se han realizado indican que es el hombre quien ejerce este tipo de violencia o abuso de poder en la gran mayoría de los casos y las mujeres, las niñas y los niños son las principales víctimas.

La conducta violenta puede ser la única manera que un hombre conoce para conseguir que los demás lo obedezcan y se haga todo como él quiere, sin que importen los intereses y sentimientos de la esposa o los hijos. Esa conducta adopta diferentes formas a las que se denomina “abuso” porque pone a quien lo recibe en una situación de inferioridad, dejándolo vulnerable y temeroso. Esto significa que se ha causado un daño, por ejemplo, una herida emocional que traerá aparejado mucho sufrimiento, incluso hasta muchos años más tarde. Siempre que se maltrata se produce un daño emocional que deteriora la personalidad y la salud del que lo recibe. Ese maltrato puede ser por acción: se le hace algo que lo lastima, por ejemplo, se lo insulta o humilla frente a otros; o por omisión, no se hace algo que necesita, por ejemplo, no se le habla, no se demuestra cariño, se lo ignora.

Al abuso o maltrato emocional se le puede agregar o no el abuso o maltrato físico: golpes, cachetazos, patadas, empujones y toda una serie de acciones que pueden incluir el uso de armas y finalizar con graves lesiones o la muerte de la víctima.

Lo que se conoce como maltrato infantil son situaciones no accidentales en las cuales un niño o una niña sufre daño físico, es privado/a de la satisfacción de sus necesidades básicas de alimentación y cuidados, se lo/a abusa sexualmente, o cuando se le hace un daño mental como resultado de una acción u omisión por parte de quienes tienen funciones paternas, maternas o es cuidador o tutor responsable. Los niños y niñas maltratados comienzan a tener problemas de aprendizaje, de conducta y de salud que no siempre son detectados y/ o comprendidos en su significado por la gente que los trata como las maestras, los amiguitos o los médicos pediatras.

Por lo común, estas conductas se entremezclan con momentos de arrepentimiento o de tranquilidad y demostraciones de amor, lo que a veces dificulta tomar conciencia de que el problema existe. Aunque los insultos o ataques físicos ocurrieran solamente una vez u ocasionalmente, establecen un antecedente de futuras agresiones y permiten al hombre violento controlar progresivamente toda la vida de los hijos y su entorno, dejándolo aislado socialmente y repleto de conductas que afectaran el resto de su vida

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